inventándome la vida

domingo, septiembre 17, 2006

Mi borreguito de peluche


Os fuisteis cuando el pacto de mis ilusiones era que os quedarais, tengo unas necesidades demasiado patentes en mi persona y os distéis cuenta. Vinisteis por el motivo familiar de una boda pero os tuve muy cerca. Fui compañía de Marta recorriendo aquellos hermosos parajes de la masía donde tuvo lugar la boda. Te acuerdas, Marta, dónde iba a celebrarse le ceremonia, dónde yo mismo iba a pronunciar antes unas palabras de cariño dedicadas a los novios.

Tú Sofía te quedaste sentada junto a mi esperando la salida del avión de regreso y yo te explicaba la manera que iba a mitigar mis dolores articulares que no eran simplemente de hacerme viejo. Te contaba y callabas pero te dabas cuenta, te dabas demasiada cuenta. Se nota cuando miras, cuando rozo tu cintura, cuando te abrazo como una niña que se me está escapando y se va haciendo mujer. Me cabe el recurso de pensar que no te vaya dejar nunca tu padre.

Roberto aporta ya una forma de compaginarse con nosotros propia de un hombre, sabe captar y valorar la compañía de dos viejos que se empeñan en ser menos viejos. Siendo el único que viaja acompañado en el avión podía hacerlo muy bien solo, recorrer el pasillo y casi decirles a sus hermanas dónde deben sentarse.

Estos tres niños, van llenando mi vida aunque sea por breves espacios de tiempo, por eso cuando no los tengo cerca me los imagino, me invento como una manera de vivir con nosotros, con que tenga una importancia y una dignidad y hasta un nuevo empuje que te llamen y te diga, oye abuelo. Y les escuches con lentitud, aprendiendo más bien de ellos.

Pues tanto se dieron cuenta del abuelo que esperando, esperando, la manera de irse sin hacer demasiado daño, se inventaron recorrer las tiendas del aeropuerto como se va de excursión por las afectos, y al llegar a la puerta de embarque, al llamar ya para el vuelo me dieron una bolsa, diciendo que ese era mi regalo, En su contenido había un borreguito de peluche blanco como deben de tener ellos todavía todas las ilusiones.

Quizá hayan pensado que se me interrumpe demasiadas veces el sueño por las noches y la mejor manera de encontrar los calmantes sin necesidad de tomarlos, va a ser abrazarme a ese borreguito de peluche, como si de esta manera me dejaran estar siempre abrazado a ellos.

Quedamos en escribirnos, en decirnos las cosas que pensamos que pueden afectarnos. Todos mis correos los tendré que depositar en ése bello buzón. En los pétalos de sus flores que lo adornan están escritas las direcciones. No hace falta escribirlas. NI podría explicaros porque al iros por la puerta de embarque ésta mañana las lágrimas de mis ojos eran mi remite.






domingo, septiembre 10, 2006

El derecho al sueño

Recuerdo que mi padre que era un hombre de insistentes insomnios decía que dormir no era una obligación. En efecto, habrá que quitarle la exigencia, la obsesión, pero devolverle al cuerpo su derecho al descanso. Sé de sobra que la edad resta sueño, y no está mal pensado que más horas despierto pueden servir al pensamiento, ser razones para la resistencia necesaria una vez en marcha por la vida. Pero a mi cuerpo ya hace mucho tiempo le salen mal las cuentas del reposo necesario que no es una cuestión de postura, sino de profundidad. Y yo era un hombre de sueño tranquilo y prolongado, para nada más empezar la mañana empezar con la lectura, mi gozo más profundo, mi onanismo, mi vicio solitario.

Pero me he dado cuenta que no es que duermo mal, es que he perdido –repito, hace ya mucho tiempo- la tranquilidad y el descanso. A él llegaba cargado con todos mis errores, las posturas equivocadas de mi vida, pero nada ni nadie me añadía valores restantes cuando siempre tuve un derecho bien ganado a la paz, al verdadero afecto. No devaluemos la palabra: el afecto se asienta en serenidades, en mundos propios, conocidos y vividos, es un tinte adquirido y cedido, casi debe tener raíces históricas, es quererte con cimiento para que nada te altere.

Siempre soy, siempre he sido hombre de palabra con tono tolerante y respetable, he prodigado los silencios en los diálogos, ni una voz más alta que la otra, he cedido rincones, he obsequiado comodidades para evitar fisuras de lenguaje, el más hermoso recurso del ser humano. Si no te hieren no hieres, si te enseñan la cultura del buen comportamiento, lo compartes, si se callan, te callas por eso ante la destemplanza de los gritos me rindo herido.

Yo he traído por dónde estuve la cultura de la cultura, no le llamemos clasismo al estudio nunca, quién no lo tuvo porque no se lo dieron hace bien en lamentarse, suya no es la culpa, quién no sacrificó sus tiempos de juventud, es indudablemente en eso, inferior. Y la cultura me enseñó a tratar bien a la gente, a dar generosidades no comunes que no tienen siempre suficiente respuesta..

Vivir carente del privilegio del descanso me ha hecho sentirme mal todo este tiempo, restar del sueño, sueño, añadir preocupaciones que nunca debieron crearse, expresarme a veces públicamente con dosis imparables de cariño en algún sitio publico de la red en que todavía figura mi apellido porque no han tenido el elemental detalle de eliminarlo a pesar de mis ruegos.

Voy a recuperar el sueño porque en contra de los versos de Cernuda que el deseo es una pregunta cuya respuesta no existe, yo la tengo, voy a cumplir mi deseo porque estaré únicamente rodeado de lo que me conviene. Miraré el futuro con las seguridades que siempre tuve, con calidades que no me regaló la vida, fui a buscarlas, empleé tiempo y esfuerzo. Voy a caminar como reflejado en claridades necesarias sobre el reposo y la complacencia.

Y en mi descanso real de cada noche si me aproximo con respeto a lo que no fue parte de mi pasado real, ni trozo tangible de mi presente, es porque siempre he recibido el mismo respeto, sin un rasguño, ni un momento que pudiera alterar ese sueño para dormirse sin esfuerzo por las noches y despertar con el día, como sintiendo al peguntarle al propio cuerpo qué tal me comporté con la noche y que me preste nuevas fuerzas para luchar contra cada nuevo deseo cada día.

miércoles, septiembre 06, 2006

Luces y sombras


Cualquiera, cualquier día, en cualquier momento deja por su paso a la vista luces y sombras. La vida está así entre luces y sombras para que demos resplandores a quien nos mire o vean fondos de nuestras oscuridades. Pero lo más importante es que tengamos dónde proyectar esas luminosidades para regocijo o para cubrir necesarias tristezas. A veces manda en ello factores que no debieran contar, ni debiera ser el cuerpo por muy propio que sea ni sus alrededores. Pero ahí quedan las luminosidades y las carencias de luz, ahí quedan para quien quiera enterarse de ellas.

Quizá como puede ocurrir en todo, es un descomedimiento. Como en una especie de ruleta rusa parece que solo haya o un todo o un nada. Lo demás no vale. Es así, se puede pasar de un día a otro de un todo brillante y sugestivo a un nada rotundo y negativo. Entonces uno nota percepciones falsas, no sabe ni aclararlas, ni preguntarlas. Si hablamos de oscuridades, esa puede ser una forma de ellas.

Pero luego viene enseguida el momento de las recuperaciones y lo ofrecemos todo de nuevo como si fuéramos mentes de mala memoria, así lo volveremos a vivir otra vez como si fuera nuevo. Esa es la ventaja. Pero a eso habrá que añadir que esas novedades tienen siempre otro color, otro instante porque la vida es tan corta que pocas veces las cosas se repiten. No te bañarás en las mismas aguas probablemente.

Hoy al sentirme entre luces y haber apagado las sombras, me noto sencillamente alegre, quizá es un término corto y demasiado conocido que no cabe en los diccionarios, pero donde la vida, sí que cabe. Hoy estoy dispuesto –eso hice ya esta misma mañana- a reírme con tres o cuatro tonterías, a llamarles mis niñas mientras mis dedos se aproximaban a la mano de una de ellas, a quienes me envolvían un libro de poemas:

“Eras sí pero ahora
suenas un poco de mí.
Eras sí pero
ahora vengo un poco de ti.”

Un libro de poemas del amor, las mujeres y la vida de Mario Benedetti.

Ya lo sé, aunque cada vez sé menos de ellas, de todas las mujeres de la tierra, que quiero muchas veces lo imposible, que piensen que soy luz cuando estoy enseñando mis sombras, que se acuerden de mí siempre alegremente cuando mi recuerdo es quizá demasiado insistente.

Ya lo sé, que es muy fácil enseñar a reírte cuando tienes delante la sonrisa. Pero atrevo a pedir que si me he dejado todas las risas que tenía olvidadas en el suelo, si ya no sé escribir ni un poema de amor despedazado, sino sé llamar pidiendo ayuda, que quién sepa de mi, quién me conozca por un solo renglón mal trazado, vea a ver cómo es eso, cómo es eso que me he puesto demasiado a la sombra cuando tantas veces fui luz, una luz muy fogosa que ha sido capaz de iluminar todos los sentimientos.