inventándome la vida

miércoles, abril 18, 2007

Se me hace corta la mañana

Se me hace corta la mañana, me viene demasiado pronto la tarde con la noche a cuestas y eso ya no me interesa. La verdad no sé que voy a hacer, es limitar la vida, quitarle tiempo al tiempo pero necesito quedarme estacionado en el rato del día que disfruto. Lo demás es valor añadido, manera de vencer las soledades elementales, límites del día, inercias para sobrevivir con los saldos de mis propias posibilidades.

La mañana me eleva valores de autoestima, renazco de mis propias cenizas, busco el apoyo eterno de la seducción porque ahí hay un universo especial y único de diálogo que no todo el mundo puede alcanzar. Me explicaron hace poco que a veces se ama con los ojos, pero en otras ocasiones existe la alta voz de las palabras, inconfundible, propia, que puede suponer tan elevado valor que quien ya no las tenga o sepa emplearlas tiene cortas las satisfacciones de la vida, igual que se me hace corta a mí la mañana. En las palabras está, a no dudarlo, la llave del regreso a lo mejor.

Fuera de ese mundo encuentro demasiados obstáculos, las dudas que tengo son por no saber, de ahí mi permanente ansiedad por el estudio todavía, de mi afán que quien pueda enseñarme me enseñe, me lleve donde la sabiduría se me asemeje fácilmente al placer, a una cima de ebriedad que todavía no bebí, a algo adorable, hasta salvaje, inquietante.

Mi libro abierto de la mañana, mi manía de contar lo que estoy leyendo, de ver si me convierto en un ídolo de esos que cuentan que hay en los libros, con peso, riesgo y existencia, una idolatría que os puedo asegurar no es nada gratuita, le empleé la vida pero sobre todo las mañanas, la mejor parte de mi vida, como una invitación a todos mis amigos con un goce de sentidos, más que un año de caricias, bellas imágenes, bellos sueños, bellos recuerdos, sentimientos de libertad y una forma de cambiar la vida si es que alguna vez alguien puede cambiar su vida.

Pero todo eso, por favor, que me venga deprisa cada mañana por la mañana, ahí está mi identidad más auténtica, la mejor manera de ser hombre. Puede ser una obsesión, una debilidad que al final acaba por acercarse, por aproximarse, que me viste despacio como la figura de la imagen, cómodo, recién sentidos los efectos de todas las drogas más o menos benignas que necesito tomar. Me duran, también lo que dura la mañana, poco más, no serviría ni cambiarles el horario, van unidas al café de la mañana, al humo del tabaco, mi dedicación y mi melancolía.

Y sobre todo, hay algo que no he explicado creo todavía: para ciertas cosas es preciso estar solo. Para empezar el día, para ver como pintan las cosas, si se agrietan más las grietas, si se hacen más antiguos y difíciles mis pasos, necesito estar solo. Tengo doscientos dos metros para mí solo, unos adagios relajantes escuchando –si Bach no se oye solo, es mucho menos Bach- un café nexpreso, insistente e italiano de esos que suelen prohibir todos los médicos, una ternura que me sirve de autoayuda, un bien estar que dura poco pero es mucho bien estar en cada uno de esos momentos. Dura poco, dura lo que alargo la mañana, su regalo, su liturgia, su manual sin preguntas.

Porque luego ya no sé lo que viene y puedo seguir sintiéndome solo pero de otra manera.

2 Comments:

At 10:06 p. m., Anonymous Anónimo said...

Tu nunca estarás solo. Sabes perfectamente porque lo digo. Tienes muchos libros abiertos, todavía pendientes de tu lectura y sé que no los cerrarás sin haberlos leído.

Y como siempre, desde mi rincón y también mi buscada soledad, un beso.Hoy te hace mas falta que otros días.

 
At 8:31 a. m., Blogger Fran said...

Pues ese es mi más importante deseo, más allá de los libros pendientes de leer, cerrarlos las veces suficientes y sentir esa compañía y ese beso que te devuelvo hoy más que ningún día.

 

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