inventándome la vida

jueves, marzo 22, 2007

Escribo sin permiso

Escribo sin permiso, porque tengo ya acumulada la conducta de asumir siempre lo que he estado haciendo, de no retirar ni un ápice de los bordes y los cantos que tiene cualquier vida, ni un beso ni un simple gesto que tuvieron cada vez sentido, pero hay que volver los ojos a lo más inmediato, a la cosecha de los cuerpos doloridos y cansados en esta corta etapa en que simplemente tengo pocos años de repuesto, para cumplir ya los menos.

Me tuve que dar yo solo el permiso de escribir sobre los sentimientos quietos, andadura, vocación de la vida, conocer y querer a la gente, una especie de ambición y un sencillo final siempre. Sencillo cuando supieron entenderte, sin avergonzarse luego de nadie, cada rato es un rato, una especie de costumbre llena de pactos, pero que no es más que una costumbre. Y vivir todo eso me ha dejado muy buenos recuerdos con una dependencia detrás de ellos, una especie de desnudez propia donde está mi historia entre hemerotecas ajenas.

Escribiendo cada día tengo lo mejor del día: el amor que me dio la literatura. Le escribía a una amiga hace días, que lo bueno de la literatura es que no tienes que pasar ningún examen luego, que me ocupa y me desocupa de otras cosas, que me llena, me ha devuelto casi todo lo que le vengo dado desde que tenía muy pocos años, desde que me hice amigo permanente de ella, mi primera costumbre más o menos.

Fue creándome espacios, intervalos aceptables entre el pensar y el hablar. Me ha aportado ir haciendo reflexiones como un puente fácil hasta mucha gente, un inicio de serenidad, un rincón de espera sumamente atractivo, todavía no sé por qué, pero que me ha aportado momentos tan felices, puentes de cultura para llegar a quienes carecían, casi casualidades de la vida para hacer más larga la propia vida.

Me enseñó a veces hasta a hacerme blando para dar la razón a quienes no la tenían, como un defecto del habla ajeno que jamás suprimirían. Son los huecos de sus propios vacíos de los que no se dan nunca cuenta. Fue siempre mi tono de voz, mi licencia de escritura, mi olor a cigarrillos encendidos, una especie de traición a lo que me vendría, una suerte sin jugar al azar, una cualidad que se tiene como los ojos azules o la elegancia. Nada es propio, reconozcámoslo pero hace falta el tiempo de toda una vida para saber dónde está lo que no tenemos, lo que hemos de leer todavía.

Una enseñanza y un amor que me conduce siempre al rincón de mis propios libros, hasta los que tengo en la librería que voy a comprar, allí esperándome. Ya los tengo elegidos, tienen sitio aparte hasta dónde llegue y cuando llegue.

Mientras, con la gente, entre la vida, esa mirada a lo que tengo cerca, a quien puede entenderme y quererme. Pacto de convivencia cerca, sin palabras insólitas, sencillas para no tener que quitarlas luego. Parecidas a las que estuvieran en algún libro que tengo a mano cada tarde, cada vez que me vuelvo para escribir sin permiso.

4 Comments:

At 4:40 p. m., Anonymous Anónimo said...

No te hace falta un permiso para seguir derrando sentimientos sobre hojas de papel que te esperan,blancas, inmaculadas, dispuestas a recibir cada una de tus letras que ahí pones sin permiso.

No hace falta permiso para vivir y tú, mi querido amigo, eres un maestro de la vida.

Un beso

 
At 5:05 p. m., Blogger Fran said...

Pero necesito a personas como tú que en la lectura pongan su recepción y su estilo para seguir escribiendo.

Gracias una vez más.

Un beso

 
At 5:19 a. m., Anonymous Anónimo said...

El escribir sin permiso es el purificar el alma a seguido. Es el vivir viviendo y vivir recuerdos.
Te felicito por tus enseñanzas.
Un abrazo

 
At 5:21 a. m., Anonymous Jana said...

El escribir sin permiso es el purificar el alma a menudo. Es el vivir viviendo y vivir recuerdos.
Te felicito por tus enseñanzas.
Un abrazo

 

Publicar un comentario

<< Home