inventándome la vida

miércoles, febrero 14, 2007

El estilo

El estilo no lo tienes sino que lo eres, está como grabado en las vértebras de tu columna vertebral, en cada fluido de tu cuerpo, cada entendimiento de tu mente y te sirve más pronto o más tarde para hacer esas exclusiones ineludibles de la vida que tienes que hacer. El estilo es un tono, un comportamiento como en voz baja pero que se escucha, que se sabe, que te proporciona acomodo ante los demás y para ti mismo.

Hay una belleza ahí, como oculta, pero que acaba imponiéndose siempre, elimina aprovechamientos, voces en la mala conducta y aporta un tono para decirte a tu propia vida, ya se terminaron los golpes, ya el alma humana descubrirá y se saciará en ese lugar recóndito donde todo es posible, ese lugar al que se llega luego de mucho tiempo de silencio porque sabías que no era ahí, no era tu sitio porque nunca existió como verdadero. Uno se dio cuenta en la primera mirada real.

Ahora lo tengo, lo tengo cada vez, limpio y honesto y me hace tomar acciones excluyentes para renovar mi éxito propio, para rehuir un fracaso que envejece, una desolación cotidiana, un final simple, declarado, esperado. Ahora lo tengo y lo disfruto, me impregno de ese cuarto de hora de gloria al que todos tenemos derecho. Además gratuito, con todas las ilusiones que te ayudan, sin que me afecte deterioro alguno, como una repetición de los instantes cada vez más prolongados.

Eso lo da el estilo del contacto con quien lo tiene, con quien anda sobrado como una inmunidad, reflexiva y racional, que te hace todavía poder abarcar el mundo y que te guste en una especie de locura sin comparación, simplemente al volverse, notar sereno un rostro, estar viéndolo con las capacidades que le podemos robar cada tarde a la técnica de la imagen, y poder así asombrarte: de unas manos con generaciones de cultura e intentos; de unos ojos que se te hacen populares porque pesan siglos de belleza arrastrada desde antepasados; una cintura con la calidad de misma habitación donde la lleva puesta; de una cantidad de tiempo dando calor, amistad y generosidad como no sabías que era así de sencillo.

Juntemos los estilos, pues, porque nunca se extrañarán, no ha habido voces que puedan haberlos separado un momento, ni un recurso de los que no se deben hacer uso, te los prohíbes tú mismo. Agrupemos esa artesanía que estábamos esperando, miraremos alrededor y diremos si es lo mismo que donde estoy viviendo, las mismas gentes, cataduras similares, modos de entenderse que no requieren ni una exigencia. Es la forma más honesta de delatar un sentimiento, es la distinción, la elegancia, el respeto al pasado y al presente, a una vida construida con todos los fallos que tiene cualquier vida pero con la enseñanza de una larga paciencia mutua y repartida.

Estilo de quedarse cada tarde, espacios cotidianos respetados sin preguntas, quedarse en cada sueño, leerse en las propias manos la dirección y el sentido que tuvieron la vida y que van a seguir teniendo. Estilo como en un verso escrito que nunca será el último, siempre hay alguno esperando. Estilo de vivir, nada menos, desde niños, cómo te enseñaron, qué cultura te pegaron como una segunda piel.

Sentir que la felicidad está cerca, a mano, no cuesta nada, no depende de nada, es una especie de ocasión de poner en práctica tu propio estilo y poder compartirlo porque se trata de un seguimiento, de caminos semejantes, de ropajes casi idénticos. Eso te lleva a la serenidad, al entendimiento de tu mente ya en su sitio.

2 Comments:

At 1:21 p. m., Anonymous Anónimo said...

Creo que a este artículo no se le puede quitar ni añadir nada, es perfecto, es el "estilo propio" llevado al folio en blanco. Eres tú.

Un beso

 
At 4:41 p. m., Anonymous Anónimo said...

Y tú has contestado de la manera más exacta que se puede responder. También tú estás en esa respuesta.

Mi gratitud y mi beso

Fran

 

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