inventándome la vida

sábado, enero 27, 2007

En tercera persona

A todos nos engaña la vida, más o menos, pero a todos. Ni existe una felicidad absoluta ni un pozo negro de la desesperación. Los seres humanos de una forma imperceptible nos vamos haciendo mayores. Entre otros buscamos nuestro favorito diciéndonos ya lo tenemos, pero tienes que hacer que sea así. Yo en cambio tengo que decir que intentaré saber quien debiera de ser al menos y cómo voy a vivir para que sin su presencia, echando mano de los recursos de la naturaleza que me van quedando menos, contemporice con la injusticia elemental que tiene la vida.

Ahora se ha puesto muy de moda crearse una vida virtual paralela a la real. Yo me la inventé hace más de quince años como una forma de asomarme a un mundo exterior al que mi propia naturaleza le prohibió hasta su exhibición. Se pueden crear hasta islas desiertas donde vivir, bancos donde sentarse, utopías de los demás, tomar el té como si allí estuvieran las verdades de la vida, alargar esa vida e inventarse un amor, tolerante y distinto. Yo sobre todo optaría a dos placeres: la respuesta con cariño siempre hasta en aquellos momentos en que más grandes fueran mis errores; y a pesar de ser siempre un ser necesitado de la compañía, añorar la soledad de los animales, hasta del que inventaron que lo acompañara el hombre y no al revés, el que no sabe leer pero te lee y nunca consiente que le des la penúltima caricia. Jamás te lo permite, aunque esto sea una visión extremadamente antropomórfica de los animales.

Pero voy a optar, ni real ni virtual, por hacer estos escritos en tercera persona, o al menos con la osadía de la segunda. Debe llevar razón Esther Tusquets cuando dice que es más fácil de escribir y sobre todo no lo entiende casi nadie. Debe ser un ideal como me pasa cuando hablo de los libros que termino de leer que nos le gustan tampoco a nadie. Como ese animal veinte horas solitario voy a intentar vivir y sobre todo voy a querer escribir, como si esto fuera una forma de silencio, de callarse, de conmoverse sin hacer ruido. Será también una manera de cerrar la propia puerta.

Que a nadie le importe un sufrimiento, lo que ya dijo Medel con poco más de quince años o así, cuando explicó en “Mi primer bikini”: ”De todos mis sufrimientos culpo a/la soledad, que fue mi amor primero” para terminar asumiendo: “Al principio a nadie respondía/ final: nadie me llama, y yo acudo.”

Quizá eso sea lo malo, que acudo, me llamen como me llamen, que vengo acudiendo y diciéndolo en primera persona que es la que más duele luego. Pero el peor dolor del mundo, lo curioso, es que entre uno y otro siempre se olvida luego lo que duele. No les debe doler a las terceras personas, a las que cuentas, a las que te inventas.

Para mí solo, y sin contarlo a nadie, me voy a quedar con mi ser humano favorito; o sea, hablaré de los favoritos de los demás, me inventaré las novelas que nunca supe escribir, dejaré de leer las letras de las ventanas de fuera que ya no debieran ni ser ventanas. Debieron cerrarse solas sin que yo lo pidiera. Tengo ya el silencio cerca, el engaño de la vida reconocido e identificado, pido perdón ya para siempre por no saber leer lo que no debiera.

Siento ya demasiadas veces como una especie de desconsuelo extraño, como si estuviera más cansado de lo que debiera, vivo menos, me parece, en la memoria de las habitaciones de la gente, noto mi rostro antiguo y prefiero que me parezca viejo. Voy a notármelo joven para explicar esas formas de belleza que no supe ni tuve para así contarlas a los demás en tercera persona.

Lo malo de todo esto es que no sé si sabré hacerlo.

2 Comments:

At 12:03 p. m., Anonymous Anónimo said...

Si que sabes hacerlo, pero no solo contarlo, también sabes vivirlo.

Un bso.

 
At 4:20 p. m., Blogger inventandomelavida said...

Vivirlo es más difícil y sobre todo sujetarse donde uno ya no pueda caerse. Ya sabes, tengo mal equilibrio.

Un beso

 

Publicar un comentario

<< Home