inventándome la vida

miércoles, noviembre 01, 2006

Me acordaré de lo que me conviene



Me acordaré de lo que me conviene y dejaré pasar casi todo. Tengo aún la validez de las palabras y los gestos en uso. Y alguna vez –y bien se hace difícil para mí- enmudeceré como una versión amenazante del silencio. Mientras, leeré los libros que no les gustan a casi nadie, los escribimos a medias descerebrados principiantes para que nunca, nunca, estuvieran en el estante de recomendaciones de los grandes almacenes.

Me acordaré, eso sí, de periodos de quince minutos más o menos, de las equivocaciones plenamente, de los permanentes recuerdos de mi cuerpo que no sé bien si es que me avisa que va a cambiar el tiempo o que gana siempre el dolor y la madurez. De mi pasividad a veces, como un animal lleno de melancolía y con una enorme debilidad de gobernar mis propias dificultades.

Todo esto lo recordé, casi lo memoricé esta noche en que no tenía previsto la necesidad de los dolores, hice cuentas y pensé en contar solo lo que me iba a acordar, de un placer que llega a través de mi cuerpo como una voluntad que volvía a parecerme rendida y única cuando ayer tarde le escribía a alguien que estaba recuperando casi todos mis antiguos tonos y que los ministerios del dolor, firmes y separados, iba a tenerlos cada vez menos en cuenta.

Contarlo fue como una especie de promesa que se le hace a una amiga, indeleblemente amiga, era mi lujo, mi salida de cualquier pasada y reciente derrota, no haber fracasado, emprender una decisión que se iba a acumular como los libros por leer en la mesilla de noche, impacientes y desordenados.

No te inquietes, amiga, ya me lo sé, esto siempre es un camino de ida y vuelta, son las ganas de acordarme sólo de lo que me conviene y convencerme que igual que la vida es difícil y todo no se puede, a veces basta con buscarse alguna tregua y excusarse con el cambio del tiempo, con que vuelven a fallar los centros nerviosos y las articulaciones cuando tose junto a mí quien nunca suele toser porque tiene la salud en la naturaleza, la queja muy lejos siempre y el abrazo en el sueño cerca.

Borges ya dijo que “las cosas comunes que nos rodean durarán más que nosotros”. Pues mis cosas van durando sin que yo las recuerde o a pesar de que yo las recuerde. Y lo que me rodea propio me gusta mucho muchas veces: me quedaré con un comienzo de mañana dando mal los primeros pasos porque se acordaban de la noche, la lentitud de los “lovers’ adagios”, más basados siempre en Shostakovich que en aquellas múltiples horas con Bach al lado que me enseñaba mi padre para saber cuando era buena cualquier música que escuchara luego.

Me quedaré con darme cuenta de repente que hoy era día de fiesta y yo sin saberlo demasiado del todo. Si que vi que las calles tenían menos gentes y se movían con más lentitud. Y esa parsimonia me hizo pensar que me iba solo a acordar de lo que puede ser serenidad y con los demás benevolencia.

2 Comments:

At 10:53 p. m., Anonymous Anónimo said...

BONITA UTOPIA.
La vida tiene formas dulces de olvido,formas creativas de hacernos pasar por ella sin darnos cuenta de su propio descuido.
Uno no puede olvidarse de su caminar, al igual que los recuerdos no pueden ser selección del momento.
Acuerdate de todo, dulcifica tus pensamientos, esos que duelen y llevalos de la mano.
Y acuerdate de tu vida, la memoria es sabiduria.

 
At 6:07 p. m., Blogger inventandomelavida said...

Tu respuesta es más profunda de lo que parece, lo que ocurre es que cuando se hace largo el camino, cuando los recuerdos y la memoria te dan esa sabiduría, hay momentos que no sabes distinguirla.

 

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