inventándome la vida

viernes, octubre 13, 2006

Media vida fuera




Te dejan media vida fuera y aunque te lo avisan que de mitad para abajo no vas a sentir nada, no sentirlo es extraño, te dan ganas de presentar una reclamación de inmediato, no sea caso que se les olvide y no me devuelvan esa mitad. Dicen que a las embarazadas las anestesian de manera similar, pero a ellas a cambio les sacan de dentro una vida nueva y podría darles ya todo lo mismo.


Yo tenía la seguridad que me lo iba a hacer Rocío. Se trata de una mujer anestesista, pero mucha mujer. No pregunta demasiado si estás bien antes de hacerlo, sabe de sobra que no puedes estarlo, pero te permite la dignidad de engañarla, de mirarla todavía, a pesar de sus verdes ropas, como a una amiga tierna y bella. Luego no notas ni el pinchazo, notas las ausencias al llegarte el sueño discriminatorio de la parte de abajo, pero también otras ausencias que no entraron contigo en el quirófano y debieron entrar: las ilusiones todavía por cumplir. Menos mal que en la puerta esperándote estaba quien estuvo siempre.


Cuando todo parece haber terminado te viene ese inquieto proceso de la recuperación. Con tus voces, aunque el lugar no es muy adecuado vas llamando a tus piernas y a la menor posibilidad de mover algo con ellas, sientes alegría, miras hacia donde está Rocío y la llamas en lugar de por su nombre, con tu gesto, con tu tranquilo gesto de hombre recuperado.


El proceso es un poco lento para la rapidez que tu quisieras tener, puedes al volver a tu cuarto tomar de nuevo la mano de quién te estaba esperando. Sabe que le vas a ofrecer una noche distorsionada e irregular, que la has arrancado de una vida a la que tiene derecho, un derecho compartido, pero habrá que hacer una excepción por unas horas, hasta volverme a poner de pie, hasta querer irme a la calle porque en momentos de éste calibre la calle ofrece una rutina de ruidos y malos olores que ya no pueden infectarte, te infectó algo antes –no se sabe qué- pero me dejó unos días inservible.


No debe serme válido eso de acostumbrarme a todo cuando ya parece que nos podemos quedar sin casi nada; no hace falta dar explicaciones en ese momento de lo que quería hacer, quería hacerlo y basta; quiero las cosas necesarias porque me son necesarias, sentirme de nuevo todo entero, no hacer distinciones entre las dos mitades que uno tiene.


Por eso quiero ser nuevo ese hombre entero y que no vuelvan a dejarme con media vida fuera, que haya que diferenciar entre unas piedras y unos libros, todo debe ser los libros que tengo pendientes por leer.

2 Comments:

At 5:43 p. m., Anonymous Anónimo said...

Ya lo eres... nunca has dejado de ser un hombre entero.

Un beso

 
At 1:11 p. m., Blogger inventandomelavida said...

Para ti, para quien sabe mirarme.

 

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