inventándome la vida

martes, noviembre 07, 2006

El derecho a la respuesta

Cuando hace tiempo que mi cuerpo ha renunciado a las certezas me aferro cada vez más a los sentimientos. Son muchas madrugadas que no tengo sueño, muchas veces ya que sin saber por qué me hace más caso la gente que no debiera hacerlo. Y eso me produce desafíos a la tristeza, orfandad a mis gestos, que entienden más quienes no están nada obligados a hacerlo.

Pero no quiero renunciar todavía al mínimo derecho a la respuesta, no en sitios públicos, no en escritos que puede leer cualquiera, sino a gestos y peguntas que hago que todas a estas alturas deben tener alguna respuesta. Ya sé que con el tiempo uno se vuelve como una especie de libro usado que no lee casi nadie, pero si embargo tengo unos pocos lectores todavía que son mi forma de sujetarme a la vida.

No quiero aún sucumbir a la nostalgia de lo que todavía no debe haber comenzado, ni que llegue demasiado pronto el momento de callar, ni preguntas, ni gestos, ni maneras de estar. Es la peor forma que tiene la soledad, me voy a resistir. No quiero quedarme solo ya leyendo y escribiendo en los sitios donde esté seguro que no me lea ya nadie,

Tengo emociones todavía tiernas, me puedo aproximar a todo el que quiera escucharme, preguntarme y responderme. Sabré devolverle hasta con la recomendación evangélica, que tu ojo sea sencillo. Hablaremos sencillamente, dejaremos a un lado maneras de ser que todos tuvimos y tenemos y nadie va a cambiar, pero al menos, al menos nos escucharemos, nos responderemos.

Todavía nos queda a cualquiera una eternidad que no se mide y allí podemos tener el final de la correspondencia, del silencio, pero no antes. Necesito envejecer al mismo tiempo con las conversaciones y los años porque en el fondo de los ojos todos tenemos unas cuantas palabras que no nos dijeron.

Eso es más o menos para mi el derecho de respuesta: no quedarme con la soledad de no tenerla como si no tuviera parte de atrás; defender mi presencia escuchando y escuchándome; estrenar todavía mi autoestima en manos ajenas; esperar aunque sea en doble fila pero que vengan a llamarme; que cada adversidad que venza lo note luego porque alguien me lo diga como un triunfo personal, como un esfuerzo que me va costando ya mucho esfuerzo.

Me hace falta en suma una salud que no sea simplemente la ausencia de enfermedad, sino un estado completo de bienestar mental y ajeno porque los demás entiendan de una vez que es todo un derecho.

3 Comments:

At 10:14 p. m., Anonymous Anónimo said...

Pues yo sigo prefiriendo la lectura del libro usado, ajado, gastado, ese que me dice en cada una de sus páginas qué manos le han ido repasando las letras, que dedos se han deslizado por cada uno de sus renglones.

Yo prefiero el libro usado porque me cuenta las historias de quien ha tenido el privilegio de leerlo.

A mí me gusta que recurras a tus emociones, a tus sentimientos. ¿Es que hay otro modo de vivir?

Siempre leeré las páginas de tu vida, a través de tus arrugas, de tus gestos y tus dolores, de tus risas y tus locuras.

Siempre serás un libro usado, para mí

Un beso...

 
At 10:39 p. m., Blogger inventandomelavida said...

Yo manoseo mucho los libros, siempre leo con un lapiz en la mano y con la ilusión de poder encontrar en palabras ajenas lo que el fondo de mis ojos espera. Leo tanto por eso.

Lo mejor que tienes "bolbobeta" cuando contestas a un escrito mío es que se te notan esas ganas de leerme de que hablas y es divino para el que ha escrito antes. Eres así divina.

Y además hay una respuesta en tí, muy frecuente ya cuando rozo lo que no debo decir ni escribir y es leerte el silencio, la paz de tu gesto, tus "Sssss". La primera S de silencio obligado y tierno es mayúscula y no sé cuántas minúsculas vienen despues. Las suficientes.

Un beso

 
At 6:37 p. m., Anonymous Anónimo said...

Todos tenemos derecho a respuestas, pero primero tenemos que preguntarnos a nosotros mismos y saber la respuesta que nos daremos.
Leernos, respondernos y contestarnos.
Y despues buscaremos las repuestas de los demas. El tiempo es el libro usado y nosotros somos sus lectores.

 

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