inventándome la vida

viernes, agosto 18, 2006

Mi médica


Mi médica tiene que ser una mujer que me guste. Buena médica, por supuesto, como una necesaria profesional que nos arregla cada día insistentemente los males del cuerpo y a los que tenemos más, con más derecho. Pero yo pienso que además necesito una mujer con la que comunicarme como si no se tratara de médica alguna. Que mis ojos se posen en ella, busquen la calidad, hasta roce sus dedos, nos hablemos, me deje un poco imponer su autoridad, excusado en sus conocimientos, su prestigio.

A mi médica le he de poder contar cosas en poco tiempo porque otros esperan con su posibilidad de enfermedad a cuestas, pero bien contadas, honestamente contadas, llamando su atención y su interés. Mi médica tiene que averiguar el por qué de cualquier dolor, pues los dolores se llevan a cuestas por motivos no solo en su calidad de fallos de nuestro organismo, sino casi como un gesto, una manera de ser que nos ha impuesto la vida más o menos pronto, un desgaste.

Yo tolero bien mis dolores de hoy, pero me impacientan los de mañana y por eso me gusta que me advierta mi médica lo que vamos a hacer si es que vienen a verme, casi ni hablarles o darles la solución disfrazándolos de comportamientos con los que ella me tiene que enseñar a comportarme. Mis dolores ya hace tiempo que son parte de mi vida, que son alba y ocaso, insistencia, ni mayores ni menores que los ajenos, son los míos con los que yo he hecho senda y algún día haré despedida.

Por eso me hace falta en éste prolongado periodo entregar su tratamiento a una mujer que me guste, que me llame, que me atraiga, que me venga a decir cada vez lo que tengo que hacer convenciéndome, que me riña y casi me amenace, que me sonría dos o tres segundos mientras hace una receta, que sea una mujer y yo un hombre que la volverá a ver, que es seguro que la buscará de nuevo cuando la necesite.


Ayer antes de irme le hablé de la necesidad de volver a mis biorritmos habituales, a mis soledades adrede, a mis tiempos de espera, a escribir de nuevo, a mis ratos de ahora mirando el Mediterráneo, como un cacho de pan para quien tiene hambre cuando tenga hambre. Ayer le dije al irme, lo vamos a poner casi todo otra vez bien porque hay cuatro o cinco cosas necesarias que tengo que tener bien, pero ese volver a poner orden como ella me dijo luego, tienes que hacerlo tú solo, nadie será capaz de quererte tanto como te tienes que querer a ti mismo.

Ayer mi médica al menos supo ponerle acento más o menos a estas palabras que necesito decirlas cada día por su mirada al despedirme, al decirme adiós una mujer.

2 Comments:

At 9:03 p. m., Anonymous Anónimo said...

Tu médica sabrá cuidarte como tu necesitas, porque estoy segura que ella tambien necesita que tu le gustes para acertar en su tratamiento.
Estás en buenas manos, de eso estoy segura.

Y desde mi rincón, un beso

 
At 11:00 a. m., Anonymous Anónimo said...

Es una comunicación muchas veces imprescindible para derivar a una salud propia en donde no te acompaña nadie, la has de lograr tú solo.

Desde esa búsqueda mi beso

 

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