inventándome la vida

domingo, julio 23, 2006

Corredor de fondo


He sido y soy corredor de fondo. En el estricto sentido deportivo del término y en el vital. Fui corredor de fondo, de correr kilómetros al final de cada jornada de trabajo porque así le podía, con ese esfuerzo, con ese cansancio, al estrés de cada jornada, a las dificultades que todos tenemos en la vida. Por los márgenes del río, al volver a mi casa, tenía fuerzas y tiempo para correr ineludiblemente mis 6 u 8 kilómetros. Por el cauce del Turia me encontraba con gente con quienes sin cruzar casi palabras por el esfuerzo que hacíamos nos acompañábamos, éramos corredores de la vida.

Luego Valencia y San Sebastián fueron ciudades por las que corrí sus respectivos maratones, sus 42,195 Km, como atestiguan los diplomas que cuelgan de las paredes de mi casa. Para un simple aficionado, para un hombre ya maduro era un enorme esfuerzo cruzar esa barrera psicológica del kilómetro 32 –que los maratonianos bien sabemos está llena de abandonos- y llegar a la meta donde en mi ciudad tuve un niño, mi hijo, a pie firme esperándome. Nunca pude bajar de ese sub3 que los corredores aficionados sabemos que es muy difícil superar, pero destrozado y glorioso supe lo que era cruzar la meta.

Sé de sobra que mis caderas pasaron factura luego, pero lo volvería a hacer porque así conseguí demostrar que era un corredor de fondo que no le pone límites al esfuerzo y eso me sirvió para asumir idéntico papel luego en la vida. Hay que llegar, hay que llegar hasta la meta por lejana y difícil que la veas, suprimir los límites, agrandar tus propios esfuerzos, tus posibilidades humanas. Eso lo llevaba bastante aprendido ya, pero en las maratones me lo supe ya del todo, me concedí a mi mismo el certificado y la validez.

Recuerdo que en ambas competiciones deportivas corrí junto a un amigo médico. Él hacía mucho mejor tiempo por su juventud, mayor preparación y condiciones físicas. También en etapas de verano recorrimos caminos vecinales, carreteras de segundo orden por los alrededores del Mareny, era nuestro entrenamiento, con una pausa en una fuente junto a una gasolinera, entre aquellos arrozales.

Ayer le vi. de nuevo y de lejos, pues estaba con unos amigos, levantó su pulgar al verme simplemente caminar. Sabía de mis problemas y dificultades posteriores a aquellas carreras, pero sólo me dijo, desde lejos y casi a voces, ¡sabía que lo lograrías! Caminar sin apoyo alguno, con mis fuerzas, con mi esfuerzo.

Gracias, doctor, por tu dedo levantado, sabes de sobra lo que me ha costado, sabes también en aquella mañana que me acompañaste despidiendo a mi hija, que seguía siendo un corredor de fondo. Por eso ante la dureza de la vida ayer pude decirle a alguien junto a esa dureza que a veces se nos presenta, gratuita y feroz, detrás está nuestra propia calidad.

Aún me atreví bromeando a decirle, avísame, doctor, cuando vayas a correr de nuevo, no he dejado de ser un corredor de fondo, sin límite hasta llegar a la meta.

3 Comments:

At 7:52 p. m., Anonymous Anónimo said...

Siempre conservarás esa condición de corredor, tus metas todavía son muchas por conseguir y lo lograrás. Cada una de ellas, porque el corredor de fondo nunca deja de serlo.

Un beso.

 
At 10:51 a. m., Anonymous Anónimo said...

Llegaré a una y ora meta, las que me ponga la vida delante y mi fortaleza me hará eso, corredor de fondo sin final.

 
At 12:53 a. m., Anonymous Anónimo said...

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