inventándome la vida

jueves, agosto 03, 2006

La edad



Se suele tener la edad de las ilusiones ya perdidas, la que prende en las reticencias del alma, colgada, colgada del tiempo, implacable e injusta. Se pertenece amontonando las decenas de los años a la propia infancia como podemos, como nos deja la vida, como la empuja el cuerpo desde las mismas palmas de las manos. Se suele tener esa edad, pero yo me resisto cada vez, en cada ocasión que se habla de ella como un pariente impertinente y locuaz.

Yo no quiero tener la edad que me corresponde, al contrario, echarla para atrás, llenarla de curiosidades por descubrir que es la única manera válida de no entrar de lleno un día en la mal llamada madurez, ese es un término que debieron inventar unos cuantos que se estaban haciendo viejos. Necesito aprender de cada uno de los jóvenes que sienta cerca, curiosear hasta con la más impoluta cara de ignorancia para ver qué se me queda, cómo suprimo las arrugas que me sobran, cómo hago que me llamen de nuevo a explicar lo que sé de cualquier cosa de la vida. Quien pregunte, quizá no se ha dado cuenta, todo lo lo más más sabes de tu propia ignorancia y el resto es parte de la vida, poco hizo uno porque le fue viniendo dado casi todo.

Pero tengo derecho a en este recorrido insistente y locuaz hasta la edad, de cuidar precisamente cada detenimiento. El viaje, lo ideal es que se te haga largo y no hay nada de malo en ir enriqueciéndose antes de llegar a la última parada. Si uno se pregunta ¿qué estoy haciendo aquí?, pues "estar" es suficiente, no anheles más respuesta, forma parte de la edad, de ese término rocoso de la edad. Las cosas que dejaste cuando vuelves, cuando giras en cualquier momento la cabeza no son las mismas cosas. Da lo mismo, se trata se trata que te hagas con las nuevas, que no te notes insuficiente, sino capaz, capaz en el viaje del camino, de la ruta, de la edad.

Cada día que la forma, cada momento que hace edad, he pensado que lo ideal sería volver a ser un niño capaz de darse empuje sin ayuda en el columpio de la vida; sentir que lo logrado es algo muy precioso, proponerme vivir más despacio el presente, olvidarme del futuro y quedarme en ese presente, ese mismo que a veces uno no comprende o porque lo nota más difícil que contar lo que ha ocurrido, eso parece que puede ser historia, pero yo nunca quise ser nada histórico sino real, palpable, del momento.

Esa es la edad que quiero, ésa es la edad que tengo, me pondré si es preciso ropa nueva cada día, pero no quiero que nada por venir se me deteriore en el camino, que venga, que llegue hasta mí porque todavía estoy dispuesto a estrenar las cosas que no he conseguido.

2 Comments:

At 10:24 p. m., Anonymous Anónimo said...

Uno tiene la edad con la que vive cada uno de sus instantes, cada ilusión y cada nuevo día. Las horas, los días, los años solo son medidas temporales que a veces caen como losas pesadas sobre aquellos que no han aprendido a vivir su vida con la misma intensidad de la infancia o la juventud. Uno no es viejo a no ser que quiera sentirse viejo.

Por eso,tu juventud brota entre las palabras con las que defines tus sentimientos.

Y hablando de edad !Que cumplas muchos mas!

Besos

 
At 11:12 a. m., Anonymous Anónimo said...

Sí, a eso me aferro, a no hacerme viejo a base de hacerme joven. Aranguren decía que había cumplir muchos años para ser joven. Pues en eso estoy.

Gracias por tus deseos.

Un beso joven

 

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