inventándome la vida

viernes, julio 21, 2006

Lo último

Cuando llegas a una determinada fase de tu vida hay cosas materiales, vivencias que puedes tener el temeroso derecho de calificarlo como lo último. Si lo consideras te encoges un poco. Éste será mi último coche, puede que mi último largo viaje, me ha nacido mi último nieto, o será quizá el último verano de este mundo propio donde vine a parar hace ya muchos años, y vivo cada verano otra vez con ausencias –como contaba el otro día- que se fueron sin aviso. Pues me puede tocar a mi irme sin avisar, sin decir hasta el próximo año y como era el último no llegar al próximo.

Éste duro concepto de ultimicidad lo da simplemente los años. No se trata que uno se sienta mejor o peor –aunque puede influir- sino una fecha en el calendario, una celebración que se ha venido repitiendo y puede un día interrumpirse para siempre. Como ahora tengo una cerca me tenéis que perdonar que escriba esto que suena con timbales de tristeza, pero tiene su carga de realidad detrás, aquello que se termina tiene el aviso de que es lo último unos días previos, una horas antes al menos.

A lo mejor estoy escribiendo todo esto adrede para que alguien me lo rebata con un poderoso concepto de vida detrás del que he aprendido muchas cosas al acercarme, al darme yo mismo permiso que podía servirme, que era capaz de entenderlo y utilizarlo. A lo mejor me hace falta porque hay días que son necesarias las cosas más difíciles cuando acabas de terminar una jornada de alegrías. Hay días que amanecen más despacio, alargan la amanecida y juntan los avisos que pueden ser ciertos. Y eso que puedo contar con ayudas importantes, genes propios que hasta emplean bromas que hacen reír a cualquiera, caricias de una niña con mi pelo que no me había hecho nadie todavía; la ayuda también, como decía, de filosofías de la vida que te la alargan adrede, que hacen que ese pésimo concepto de lo último lo puedas quizá borrar al menos temporalmente de tus propios pensamientos.

E incluso en éste diario libre de intenciones de cada día y cada vez que me viene al pensamiento un nuevo sentimiento lo voy enriqueciendo a costa de los demás. Hasta comentarios en inglés favorables y un momento en que alguien viendo como desarrollo estos apuntes míos y sus comentarios, tuvo la elegancia de la retirada de ellos y el deseo del disfrute ajeno. Apreciar la unión de ideas y respuestas y ofrecer y admitir también la felicidad en palabras y seres ajenos.

Este diario tiene que me acerco tanto a lo propio que lo mismo que me da miedo ese concepto de lo último, me defiendo, me asusto menos con el cariño y con la ilusión de las respuestas, que me enseñen la tranquilidad cuando no la tengo y las pausas, las pausas hasta en el diálogo. La vida necesita de pausas, de razones. Quisiera tener tiempo para llegar a alcanzarlas.

2 Comments:

At 9:47 a. m., Anonymous Anónimo said...

Pues yo me atrevo a rebatirte. Lo hago porque considero que la vida es ese segundo presente que se vive, sin darnos cuenta que puede ser el último, que quiza el próximo segundo llegue tan tarde que uno se haya quedado en medio pensando en esa ultimicidad que tu describes.

Un día dije que la garantía de que estamos vivimos es precisamente saber que en cualquier momento dejaremos de vivir. Eso nos obliga a retomar esa tranquilidad, esos momentos de pausa que dices necesitar. Quizá el defecto del ser humano sea pensar en "luego" en "mañana" en "tengo tiempo".

No, la grandeza de poder vivir y disfrutar de la vida es precisamente no saber en qué momento dejaremos de existir.

Deja que te acaricien, que te mimen, que te hagan feliz, que te hagan llorar. No piensas en lo último, piensa en que es el principio de otro segundo al que sucederán nuevos segundos de vida.

Se feliz y disfruta de tu vida como tu sabes hacerlo.

Un beso

 
At 5:08 p. m., Anonymous Anónimo said...

Tendré que aceptar necesariamente que llevas razón, sobre todo enganchándome en esa afirmación que la grandeza de la vida está precisamente como dices en no saber cuando se nos va a terminar.

Tendré que vivir el momento cada vez, olvidar los luego, los mañana, aferrarme al hoy y disfrutarlo. En estas páginas mías lo has explicado muchas veces, ya lo ves es otra cosa más que tienes que enseñarme.

Que mis pausas de silencios sean para aprender y escucharte.

Hoy ganaste este diálogo sobradamente.

Un beso sin tiempo

 

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