inventándome la vida

sábado, julio 08, 2006

Soledad y compañía


Hablé ya alguna vez del derecho inalienable de la soledad que todos tenemos, una vida con construcciones propias, con ocio elegido y mantenido por nuestro propio goce, sin que en el ejercicio del mismo que nadie nos juzgue con valoraciones negativas de culpabilidad por disfrutar esa soledad, por esa alegría que produce muchas veces. Eso no aleja, no debe alejar nunca, de compromisos elegidos voluntariamente y que nos resultan también altamente satisfactorios.

He escrito intencionadamente la palabra culpabilidad. Sé que en ocasiones resulta difícil sobrevivir a ella, pero hay que ir eliminando de este mundo que queremos sea más cordial el concepto de la culpa. Los hechos los causan circunstancias, motivos personales, pero no los tintemos con el color oscuro de la culpa. Siempre digo que hay causas, culpas ninguna.

El tiempo que me reste quiero ver lo más posible que pueda ver; conocer cuantas más cosas no conozca aún. Para eso hace falta la fuerza de la fuerza, la salud de la fortaleza, los dolores de la ropa de diario totalmente aparte, a cambio, demostrarse uno mismo cada vez quién es, qué quiere. Si en esa demostración, en ese esfuerzo, hay soledades elegidas, aprender a vivir con ellas, pero no nos engañemos si queremos ser a la vez fuertes y disfrutar nuestras elecciones para convivir con esa soledad, no hay que estar solo.

No digo contradicciones porque es una verdad también innegable que el hombre absolutamente solo se soporta tan mal a sí mismo que no se soporta.

Todo va camino de lo mismo: de la sonrisa y la alegría, es un resto genético de la humanidad, casi una manera de ponerse para bien definitivamente, y quiero estar bien me quede lo que me quede pero con ese capital, gratuito y con rentabilidad permanente. No se puede volver a emplear, a hacerlo un propio fondo de inversión, o lo inviertes ya para siempre o no hay agente que te lo medie.

Que nadie me contradiga, la vida es corta, muy corta siempre y muy pocas veces se nos repite. No se puede uno volver a bañar en las mismas aguas donde pudo bañarse siempre. Pues quiero hacerlo: solitario y acompañado. Con goces muy solitarios y con el respeto y el apoyo de una compañía que supe fabricármela, darle luego cimiento para mi vejez de ahora y enorgullecerme de esa base sólida y presente.

Aquí en este momento, en esta elección, al mismo tiempo, tengo el goce de mi soledad también con las mismas palabras: sólida y presente.

2 Comments:

At 11:01 a. m., Anonymous Anónimo said...

Cómo te entiendo. Hay soledades que sin dejar de serlo se comparten y a la vez, necesariamente nos reafirman en nuestra condición elegida libremente.

Es bueno que en la soledad exista el hueco permanente para el asentamiento sólido y cálido de presencias elegidas, que están ahí para cuando esa soledad resulta inmensa.

Te entiendo.

Un beso

 
At 6:42 a. m., Blogger inventandomelavida said...

Pues mira eso que haces, es lo que más necesito a estas alturas de la vida, Bolboreta, que me entiendan. Ya es tiempo, ya es necesaria hora.

Sentado ese hueco, esa compañía y esa presencia elegida, me servirán necesariamente para no quedarme a veces defintivamente solo.

Un beso, tierno, comprensivo

 

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