inventándome la vida

miércoles, julio 05, 2006

El regalo de la vida


A veces la vida nos regala la vida, sin petición de esfuerzo, dejándonos seguir. Una tragedia tan dura como la del metro de Valencia avisa de todo sin previa advertencia. Es como dejar patente su existencia, casi como una especie de aliento que se puede interrumpir inmediatamente. Es naturaleza e historia, está abierta pero incompleta, siempre provisional como si fuera a ser engañosamente interminable.

Nadie puede imaginarse, nadie puede comprender a quienes se acercan al lugar del accidente, que no saben quizá primero si vive su ser querido, su familiar que tenían junto a ellos hace un rato y ya no está, ni en un hospital, ni herido, ya no está porque la vida sin motivo especial le acaba de negar la vida, ese familiar qué es lo que siente, su forma de desespero. O verán un cuerpo mutilado o ni lo verán, porque la vida se puede terminar tan cruelmente en el silencio de una oscuridad que no permite ver esos ojos vivos por última vez. No hay aviso en estos, ninguna clase de aviso. Eso es lo más duro, lo más difícil de asimilar.

Amargamente sé lo que es llegar definitivamente tarde, lo que es ni llegar, contra natura, a que una hija se te pierda sin haber ninguna razón para que se perdiera.

Por eso estos acontecimientos, independientemente de sus cifras, sus causas, de toda clase de investigaciones que hay que llevarlas hasta el final para que el familiar al menos sepa algo, sepa algo de lo que no debiera haber ocurrido, no se trata especialmente de buscar culpables de ningún suceso, nadie quiere serlo, nadie va a serlo, nadie puede formalmente serlo, pero al menos esas causas sí que sirven quizá para que otros no mueran, no se queden sin la vida.

Sin embargo yo he tenido un pensamiento frívolo y real: ¿por qué empleamos esfuerzo para en el tiempo en que entre unos cuantos que convivimos con la vida, que tenemos la vida todavía entre las manos, por qué ese esfuerzo por tantas esforzadas inutilidades? Si alguien ha perdido a un familiar, sabremos lamentarlo con él, intentar ayudarle con una mano cerca, con la mirada más tierna, con las intenciones de nuestra convivencia y eso no está nada más lejos que en puntos de enfrentamiento.


Enfrentémonos a los enfrentamientos propios y hasta un poco ajenos, convirtámoslos en meros motivos de convivencia, llenos de errores a veces nuestros o ajenos, pero una sonrisa a tiempo puede venir a ser lo mismo pero al revés que no coger a tiempo ese metro que llevaba a muchas personas al vagón de la muerte.
Necesitamos todos de todos la caricia ajena aunque no tengan ganas de dárnosla, entregar la sonrisa propia aunque estemos pensando qué gesto será más autoritario, más duro, más propio de nuestra falsa envergadura que queremos poner.


Quiero hacerme blando, cada vez más blando lo que me dure la vida, aquí y ahora en un mundo de sensaciones calientes y difíciles, propias y de nuestro alrededor más cercano. Quiero decir lo siento antes de tiempo, que no tenga que hacerlo junto a alguien que le ha tocado vivir, que está viviendo el drama de haberle quitado el regalo de la vida de un ser cercano, tan próximo, que antes estaba vivo.

2 Comments:

At 10:50 a. m., Anonymous Anónimo said...

Hoy solo voy a decirte que te siento.

Un beso.

 
At 1:13 p. m., Blogger inventandomelavida said...

Es suficiente, más que suficiente.

Está repartido el dolor por la ciudad, no sabes bien entre quienes pero está, se nota, lo sientes.

La cercanía de palabras de alguien como tú sé el valor que tienen.

Un beso

 

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