inventándome la vida

domingo, julio 02, 2006

Limpieza general


Nunca he sido persona dada a conservar objetos, pertenencias que a lo largo del tiempo van perdiendo utilidad. Una casa a poco de nos demos cuenta se va llenando, nuestra propia persona y bien que lo apreciamos también, se va colmando en su interior de motivos que hicieron daño, de experiencias que mejor hubiera sido no vivirlas, de gentes que debimos dejarlas de paso.

Pero para eso existe como una llamada propia que surge de repente para que nuestro habitáculo más íntimo habitual, lo vayamos vaciando, dejemos solamente entre nuestras sensaciones, motivos personales de buen calibre, elecciones a las que ya nos inducen los errores de otras veces. Vamos así dejando la casa limpia siendo nosotros los que hagamos esa limpieza general.

General y particular, porque muchas veces lo pensamos, pero lo fuimos alargando excluyendo todo lo que fueran urgencias del alma. Pero es que un día nos damos cuenta que se trata de verdaderos imperativos a poco que hubiéramos empleado frialdad y dosis de buen entendimiento.

Pero cualquier momento es bueno, siempre llegamos a tiempo de poder hacer bien las cosas que no supimos hacer bien, con la corteza que siempre hay de culpa propia pero intenciones ajenas que jamás pudimos imaginar que fueran ciertas. Ese momento, es siempre un buen momento para mirarse en todos los espejos, para lo mismo que estanos haciendo con aquellos objetos que ocupan sitio pero no tendrán destino, y sabemos eliminarlos, hagamos en nuestro interior similares menesteres. Cuesta, duele, dejó señales e intereses ajenos deteriorados, pero peor nos sentimos nosotros cuando hicimos la mínima cuenta de lo que dimos y lo que recibimos.

Pero precisamente terminada esa limpieza que solo podíamos hacer por nuestros propios medios, nos sentimos alegres, casi sueltos, libres de todo lo que nos hizo daño y con las puertas abiertas para todo lo que nos ha aportado desde el primer instante valores que siguen siendo para mi primordiales: la bondad de espíritu e intención.

Llevo ya precisamente muchos días de fiesta, de esa fiesta de intenciones que no necesitas más que volver la mirada par sentirla dulce y buena, para obtener de la noche a la mañana, de cada tiempo de espera, suficiente espera, de cada necesario respeto, profundo respeto, de cada gesto, belleza y silencio, de cada necesidad, cumplimiento generoso y gratuito. Muchos días, muchos curándome del cansancio que siempre supone las limpiezas generales.

2 Comments:

At 9:42 a. m., Anonymous Anónimo said...

Es que es preciso, necesario para poder subsistir el mantener limpia y ordenada de las morada de nuestros sentimientos. No podemos dejar convertirla en un almacén de ajenas inquietudes, de emociones ya pasadas, de necesidades que ya no se corresponden con la realidad que nos toca vivir.

Es necesario quedarse con el mobiliario antiguo, ese que no ha reportado un bienestar que perdura, pero hay que mantener ese mobiliario en buen estado de conservación, que no le entre polilla y si le entra, rellenar los agujeros con la parafina de esos nuevos destinos para luego imprimirlos con el barniz que dejan las caricias sinceras.

La limpieza sirve para que nuestra alma sea el receptáculo libre que albergue los detalles de cada nuevo instante.

Mis besos.

 
At 11:18 a. m., Blogger inventandomelavida said...

Muy precisa tu respuesta sobre esa también precisión de vaciar ese almacén de inquietudes ajenas, de emociones, que explicas con mucha exactitud, ”no se corresponde con la realidad que nos toca vivir”.

Empleo tus palabras porque mejores, como otras referentes al canto de unos monjes en otro lugar, imposibles de mejorar.

El “mobiliario antiguo” que tú llamas, sabes que perdura, que lo cuido y lo valoro porque tu respeto es intachable. Pero es también muy cierto, que todos y cada uno con nuestro inalienable derecho a la soledad, nos hacen falta esos nuevos destinos.


La limpieza era precisa, tú lo sabes.

Casi mi respuesta es una repetición de la tuya, debería de haber hecho copiar y pegar porque no se puede ni complementar.

Los besos, tampoco.

 

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