inventándome la vida

jueves, junio 29, 2006

La felicidad ajena


Siempre me ha costado de entender porque mucha gente admite mal la felicidad ajena. Leyendo unas estadísticas de un autor americano, Paul Auster, decía que cada cuarenta y un segundos se producían diez nacimientos y cada cincuenta y ocho, diez muertes. Regocijémonos de lo primero y aflijámonos de lo segundo ya que ésta es la única verdad de la vida. La pena debe estar en esos viejos que murieron con el cuerpo vencido y en los jóvenes que lo hicieron antes de tiempo.

Pero mientras, los que vivimos y entre los que vivimos, practiquemos el derecho a la felicidad a tal extremo, que la ajena nos haga al menos sonreír a nosotros también. Esa si que es una especie de cariño, que no necesita de palabras, si lo sentimos dentro. Es indudable que el enigma del ser humano está en el cerebro, es como si fuera una víscera que manda impulsos de comportamiento a todos los órganos y naturalmente a las ramificaciones de nuestro corazón.

Por eso cada vez valoro mas la satisfacción y la ayuda ajena. Ayer, derivado del apartado de comentarios de este blog tuve que hacer dos funciones bien distintas como titular del mismo: borrar una expresión digamos intencionadamente mal encaminada y durante la madrugada, aprovechando su mal dormir, pedirle a un viejo amigo, residente en el extranjero, ambos blogs los hemos compartido a veces -él escribiendo en el mío, yo en el suyo- que me tradujera dos comentarios que había recibido en idioma inglés. Ambos elogiosos, pero en uno de ellos, resaltaba la frase “sigue con éste buen trabajo”.

Ante todo es cierto que es un trabajo que realizo con placer, no sé hasta qué punto bueno o malo, pero que me produce felicidad. Eso es lo que reclamo: que me dejen en paz mi felicidad, que cada uno busque la suya y vaya por delante mi deseo de que la encuentren una tras otra aquellas personas que me leen o al menos me conocen. Quiero la felicidad propia y ajena, los momentos que nos deja la vida que los sepamos disfrutar, que alarguemos la mano y nos lleguen algunos. Yo los devolveré a los demás en la medida en que pueda, pero la parcela propia aunque se derive de palabras en medios públicos tiene un derecho de respeto, una dosis de posible brillantez que no me regaló nadie, la busqué, la trabajé desde que era niño, la estudié, me la hicieron estudiar mis padres.

De lo que hice mal que me perdone la gente porque como los nacimientos y las muertes ahí están e irán produciéndose de nuevo, pero mi vida tiene el derecho de respeto de que es mi vida, que nadie me agradezca nada, que me dejen vivir y entre la vida que cuento, tal como la veo en mis escritos, siempre admito un obsequio, gratuito y valioso, el mejor: la sonrisa por la felicidad ajena.

2 Comments:

At 10:38 a. m., Anonymous Anónimo said...

Leyendo este magnífico comentario tuyo (siempre lo soy, pero hoy me ha impresionado)de esa visión tan propia que tienes sobrel a felicidad, me ha venido a la memoria una frase que leí de un filósofo y que decía: "el problema del ser humano es su miedo a la libertad de los demás".

Quiero decir que muchas veces nuetros actos, nuestra forma de vida parece estar condicionada a "cómo" nos ven los demás.

Vive y deja vivir, sé feliz y que los otros lo sean y si todo el mundo pudiera vivir en paz consigo mismo, este sería un mundo diferente.

Tu eres feliz, y esa felicidad la transmites a los que te rodean. Como dice tu amigo en tu blog "Sigue con ese trabajo".

Un beso, como siempre, desde el corazón

 
At 11:17 a. m., Blogger inventandomelavida said...

No es poco el miedo a la libertad de los demás -excelente cita-. Pero cada uno de nosotros tiene derecho a esa libertad y lo que quede de vida seguiré luchando por eso.

Da lo mismo como nos vean los demás. Tú dijiste una vez algo precioso: digan lo que digan sobre ti, lea lo que lea sobre tu persona, sólo contará cómo te veo yo. Lo demás no me importa. No eres tú. No es frecuente que la gente actúe así. Gracias.

Y te admito lo que dices, gente de mi alrededor procuro que se queden con mis mejores momentos. No siempre lo consigo, pero cada vez lo intento más. Seguiré con ese trabajo porque el tedio y el dejar pasar el tiempo están reñidos conmigo. Eso engendra soledad y falta de felicidad.

Un beso, respondiendo al tuyo, desde el mismo sitio, es el mejor.

 

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