inventándome la vida

viernes, julio 07, 2006

El mejor medio de convivir


Recordando ayer la vieja fórmula de Saint-Beuve, “envejecer es aún el único medio que hemos encontrado para vivir más tiempo” se me va haciendo pesada la mochila, la hermosa mochila para llevar dentro todo el cúmulo de culpabilidades de una vida, que no tiene ya edad, para llevarla cómodamente de arriba a abajo. Me pesa la mochila, aunque no tengo ya edad, los años por internet o por e-mail de uno mismo pueden ser cualquiera, en todo caso en ese mundo me debe valer la que se deriva de lo que escribí, y todo lo que allí puse, era cierto y va a ser definitivamente cierto el resto de mi tempo.

Estos días conviviré de “invitado” en caja ajena porque aunque haya un montón de genes propios cuando vienen esos genes a mi casa es la suya y en la de ellos, siempre seré un invitado. Hasta los armarios con las cosas olvidadas siguen siendo sus armarios en mi casa, aquí abro cualquiera de ellos y no sé lo que hay dentro ni tan siquiera la forma de cerrarlos luego. No me extraña demasiado, ni me enoja, es una ley de soledad individual que se produce con los años: nacemos solos y solos morimos porque todo el cerco que construimos alrededor, nadie, nadie podrá disfrutarlo como si fuera desde nuestra propia piel.

Estos días me iré dando cuenta del candor y la ternura que llevo poniendo mucho tiempo, del intento de hacerlo bien entre gentes mías y las que he decidido que sean casi mías. De verdad que lo hago lo mejor que puedo que no tengo desdenes ni misterios, que mis equivocaciones son únicamente errores, ni tan siquiera con la envoltura de la táctica estudiada, sino venidos de pronto, sentidos cerca, padecidos al lado.

Y en definitiva, solo ocupa una disciplina y una ciencia: encontrar el mejor medio de convivir que me aporte un mínimo de felicidad propia y repercuta beneficios ajenos. Ni altruismo ni victimismo, camino por la vida, dejo restos mejores y peores, los buenos que se los vaya quedando la gente por ahí y que me devuelvan siempre la sonrisa de ese gesto; los peores que sepan las veces que hagan falta disculpármelos. Todos tenemos de todos, todos queremos que nos quiera la gente.

Me siento bien, y el cerco inhabitual pero propio me alivia de muchas cosas. A mi lado la sabiduría del infantilismo porque al haber perdido ya casi la niñez hay maneras de ser que no recordamos. Pero cuando mejor me he sentido desde que ayer puse mi sitio unos días aquí, es porque pude comprobar precisamente con los niños que me quitaban la edad, que no les importaba que fuera un poco como ellos. Y si alguien más adulto, más adulto en sabiduría que yo, me sigue tratando como un niño y ni una palabra extraña leo en los peores momentos, ya lo tengo, ya puedo ser más veces con ellos, como ayer tarde, mucho más niño.

2 Comments:

At 10:23 a. m., Anonymous Anónimo said...

En algún lado leí un día que los hombres solo podrán ser felices cuando aprendan a vivir con la misma intensidad como lo hacían cuando jugaban siendo niños.

Creo que ahí está la clave de nuestra vida, aprender a ser feliz a pesar de nuestros errores y nuestros triunfos. Seguir siendo niño a pesar de nuestra vejez.

Tu siempre serás un niño, por eso te quedas en el corazón de los que te tenemos.

Un beso.

 
At 10:47 a. m., Blogger inventandomelavida said...

Es así, pero no es fácil, vemos mundos más complicados o nos lo fabricamos nosotros.

Yo estos días sólo veo sonreír, y se contagia la sonrisa y la falta de motivos para no sonreír. Esa es la señal, ése el reclamo.

Intento lo que puedo siempre, bolboreta, pero ando lleno de errores como todo el mundo. Y necesito lo mismo que toda la gente: la generosidad de entenderlo.

Tú la tienes, ésa te hará larga la vida para bien de todo tu entorno.

 

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