inventándome la vida

domingo, julio 16, 2006

Quedarse

Pasas por sitios, momentos, situaciones en la vida que luego te das cuenta del alto valor que tenían. Pues lo que es difícil, pero lo más importante, es saber quedarse donde tienes que quedarte. Tomar sitio y que te admitan ya para un futuro que ni lo debes de considerar, te debe contar solo el presente, pero en ese instante debes de dar la sensación inconfundible que eso es lo que querías, lo que necesitabas en la vida.

Vendrán avatares, circunstancias que te harán mover de aquí para allá, pero uno ha de quedarse, tener ya la plaza fija porque te proporciona una entereza para cada circunstancia no fácil de asimilar sin esos anclajes. Me quedo, no paso, estoy aquí bien y no es inmovilismo, no es antigüedad, no es simple calendario parado en una fecha, qué estas vayan pasando, que me vayan haciendo más viejo desde fuera, porque por dentro tengo la belleza y la juventud de haber elegido lo mejor y de haber sido elegido.

Parece todo fácil y no lo es. Nos cansamos muchas veces, fabricamos nosotros mismos esos cansancios aparentemente ineludibles, pero si sabemos tener la fortaleza de los fuertes nos quedaremos con los mejores sitios, no nos los quitará nadie. Quien pierde las mejores cosas, los mejores momentos, las más tiernas sensaciones que alargan hasta la vida, somos nosotros. Los que las hacen durar, los que les dan tono de eternidad es uno cada vez, sin que sirva echarle la culpa a la vida, eso tan socorrido. La vida somos nosotros, la fabricamos nosotros, la torcemos o la enderezamos nosotros. Y hasta en los peores momentos quedan recursos, no se muere uno nunca sino quiere. Me refiero claro a la muerte de nuestros momentos más felices, mejor hechos.

Pues voy a quedarme, voy aquedarme cada día, con un gesto de un amigo que he llegado a la conclusión que es un verdadero amigo; con la risa de un niño que se ríe mejor que todo el resto de los niños; con el hueco propio hecho ya hace tiempo para que no me falte como a otros, como a otros que no supieron hacerlo primero y quedarse luego; con el cariño ajeno cuando lo haya encontrado y las lágrimas que produce a veces pero que fortalece, que da querencia para quedarse ya siempre; con cada mañana, cada noche sin miedo, cada salud que me falle y si me fijo bien no es que me falla, es que la que debo tener y conservar, quedarme simplemente con ella.

Habrá que hacer, pues, he decidido, lo mismo que hago con los libros, cuando los he leído –da lo mismo físicamente siempre tenerlos- de mi ilusión, de mi aprendizaje no me los quita ya nadie, me quedo con ellos. Eso me ha servido y no me he dado demasiada cuenta, me he ido quedando con ellos y por eso digo cada vez que me dan cuando los leo lo mejor que tengo.

Pues con todo lo bueno, junto a mí, a mi alrededor, al alcance de una mano, de un grito de “ven” que sirve cada vez para ir, me quedaré con ello. Esa es la hermosa y difícil filosofía de quedarse, como una barca anclada que adornará ya siempre la ventana de mi vida.

3 Comments:

At 10:51 a. m., Anonymous Anónimo said...

Sin duda tienes la sabiduría del aprendizaje guardado, de las emociones llevadas al límite, de esas querencias que han hecho de ti un "hombre". Así, lisa y llanamente.

Sabes llegar, vivir y permanecer en cada uno de los lugares en los que has elegido o te han colocado. Eso solo lo consiguen los hombres que saben reconocer en los demás lo que a veces nos falta a nosotros mismos.

Un beso.

 
At 7:35 p. m., Anonymous Anónimo said...

Ya sabes que el esfuerzo me vale para todo, buscar el límite como dices, esa es para mí la única manera válida del aprendizaje de ser hombre.

Pero donde valga la pena me quiero quedar, Bolboreta, sentir y quedarme para ir así construyendo la vida, que me gusta mucho, que la amo entrañablemente –¡fíjate!- con las cosas que amo.

Un beso

 
At 4:57 a. m., Anonymous Anónimo said...

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