inventándome la vida

martes, junio 27, 2006

Momentos de felicidad


A veces cuesta encontrar momentos de nuestra vida durante los cuales nos sentimos realmente felices. Voy a hacer referencia a unos particularmente propios: dos veces al año, antes de las Navidades y antes del verano, Lluis, editor y librero en la ciudad donde vivo –creo que el único librero que puede quedar en ella- me remite por correo postal dos listas de libros de cada uno de los dos semestres del año, de los que él ha leído, que considera de gran calidad literaria. Los géneros son diversos y siempre procura que el coste de las ediciones no sea muy elevado. Más o menos puedo ya estar bastante al corriente sobre muchos de ellos dada mi condición y casi diría mi profesión de lector.

Pero el placer está en irse con esa lista a su librería, ojear los 12 ó 15 títulos que él recomienda en un mostrador situado en el centro de su pequeña librería. Si Azorín decía que ojear libros era una profesión, yo añadiría que tener entre mis manos todos esos buenos libros y decidirme por unos pocos, es uno de los repetidos placeres que al cabo del año disfruto como una especie de orgasmo prolongado a mis capacidades, a mis apetencias. ¡Fijaros qué sencillo!

Me imagino que cada persona podrá cultivar una de esas pequeñas satisfacciones con más o menos frecuencia, de una u otra característica, pero lo que no hay que hacer jamás es dejarlas pasar porque cada vez van quedando menos. Yo no quiero que me las reste la vida, he decidido ir buscando las más baratas pero las mejores, a lo mejor no hace falta ni dinero, ni objeto concreto para luego tenerlo entre las manos. Tan sólo el deseo, el ánimo inquieto pero quieto, presuroso pero embriagado luego, únicamente la convicción de que algo bueno nos espera, tenemos al alcance, nos lo puede regalar alguien sin tener que agradecérselo, en una palabra, algo tan simple: la ilusión.

No quiero que se me muera ninguna ilusión ya más, quiero lo inmediato de lo que me estaba esperando, como la carta de Lluis el librero, el deseo de soportar cualquier dolor, duro y físico, sonriendo, mirar al mar sin temor a su oleaje ni a su longitud, escuchar la canción de Alex Ubago que me reste el capítulo del miedo al miedo, o como Francis Cabrel en “JeT’aime, je T’aime et je T’amare” sea el único proyecto.

Voy a seguir buscando más momentos de esos, en mi buzón de correos, donde sea y no morirme más, sino sonreírle a todo, como debió sonreír Rachmaninof cuando compuso su “Rapsodia sobre un tema de Paganini” que ahora estoy placenteramente escuchando. Sonreír como me están enseñando a sonreír, yo diría que exigiendo.

2 Comments:

At 11:02 a. m., Anonymous Anónimo said...

¿Hay otro modo de vivir?
Has encontrado la fórmula, no renunciar a los momentos de placer, exigirlos, buscarlos y vivirlos del modo mas intenso del que uno tiene conocimiento.

Disfrutar de mostradores que exiben las mercancias que colmarán nuestros deseos y columpiarse en las sonrisas, del modo que nos enseñan, hundiéndonos en el instante preciso que estamos viviendo.

Lo has conseguido.

Un beso

 
At 3:56 p. m., Blogger inventandomelavida said...

El placer es algo propio, individual, aunque lo compartas con todo el mundo. El fedback hedónico que dice Marina –dolor y placer- refuerza o extingue las actividades.

Por eso hay que buscarlo y quedarse en algún mostrador de la vida donde se reparta meciéndose con él.

Sino la soledad de los demás te hunde, te mata.

Un beso placentero.

 

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