inventándome la vida

viernes, junio 16, 2006

Tomándose las manos


A veces no es que dos manos se junten, es que una se mete dulcemente dentro de la otra como el hocico de un caballo que reconoce su brida, como una búsqueda que ya tiene destino de una manera ardiente y pulcra.

Todas las manos acaban haciéndose oscuras, viejas, más allá de su color, expresan el mandato de las manchas de esa vejez pero tendrá que saber perdonarla quien las tome porque se pueden así sin ocultar los signos de la madurez, manifestar una especie de obstinación, de resistencia a ella.

Pueden decir dos manos unidas de la calidez de una primavera regresada, del síntoma inequívoco del anticipo de futuras caricias, de la transparencia de una emoción, de la expresión de un continuismo de una persona en la otra.

Unidas manifiestan apoyo y entraña, una forma de envergadura, por eso necesito ese símbolo, esa búsqueda de una mano ajena, reclamando la propia. Suponen una ardiente necesidad de contacto, noble, distinto de cualquier otra parte del cuerpo. Son un símbolo de insistencia que me gusta practicar sin disimular esa insistencia.


Prefiero que se me escape el cariño de otro sitio para que llegue hasta las manos, a veces rozarlas apenas pero siempre darles su importancia, saber y testimoniar que es un reclamo, una manera de llamar y de quedarse, el aviso de lo que viene luego o que no haga falta nada luego.

Esta imagen de dos manos unidas más que unidas buscándose me ha hecho alargar la mano, me ha hecho alargar demasiado la mano esta tarde, quedarme al final con las manos tendidas como siempre, como siempre. De pronto las he sentido demasiado solitarias y vacías. Prefiero las de la imagen, son un sueño, indudablemente un sueño.

Pero al instante sentí como si me volviera de nuevo, la mano en mi mano, le noté hasta las hendiduras y los relieves que tiene el deseo. La sentí para poderme dormir luego ya sin miedo, ya sin miedo.

2 Comments:

At 10:27 a. m., Anonymous Anónimo said...

La sensación de que tienes una mano que te aprieta la tuya haciéndote sentir que nada temes, es una evidencia de la entrega del otro hacia tí.
Con una mano se puede transmitir todo un sinfín de gestos que sustituyen las palabras.
No hace falta decir "me tienes" por que mi mano hace rato que te ha hablado.

Y por eso hoy, en lugar de un saludo o de un abrazo, paso el dorso de mi mano por la tuya.

Como siempre, un beso.

 
At 12:02 p. m., Blogger inventandomelavida said...

Ya sabes que estoy necesitado de quitarme temores y muy cierto es lo que dices que muchas veces una mano testimonia la forma de restártelos. Sustituye palabras, hasta gestos más íntimos y tú sabes hacerlo.

Noto el dorso de tu mano, lo noto. Gracias.

Como cada día, un beso

 

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