inventándome la vida

sábado, junio 10, 2006

Carta de amor


Hace tiempo que no escribo ninguna carta de amor. Quizá me faltaba destino, demanda, o lo que es peor, casi ganas. Pero hoy he pasado junto a ésta posta de correos y he pensado enviar una carta de amor, seguro de que habría alguien, sin carecer de él pero que, sin embargo sabrá leerla, esperarla, entenderla, perdonarla luego si hiciera falta, darle tiempo, espacio y sobre todo eco.

Nadie sabemos bien lo que es el amor, no se puede explicar, no se debe entender, pero hay algo esencial: el amor es un límite y siempre nos mide. Puede ser como una esquina de la vida, una manera de intentarlo, una forma de probarlo. Por eso de una carta de amor bien nos vale conservar hasta las sílabas y los acentos y guardarlos para siempre en el rincón de esa vida sin espacios ni exigencias, llena de errores porque la vida del destinatario seguro que también los tiene.

Voy a probarlo, pues de nuevo, como si empezara a decir buenos días muy despacio, ¿qué tal se encuentra señora al recibo de ésta? Yo bien gracias, porque a lo mejor sólo me dijeron “gracias” anoche al acostarme y con eso tuve bastante. ¿Qué tal señora, cómo se encuentra, señora? Yo bien, ocupado en el espacio de mi madurez, pero con las manos tiernas en cualquier obstinada y tierna madrugada.

Ya me ha venido la mañana, transparente y fanática y al pasar junto a la posta de correos, me he repetido de nuevo, venga ponte, ¡venga ponte a escribirle a una dama una carta de amor, mágica y regresada! Dile sólo que te imponga el silencio con los dedos en sus labios cuando sea necesario, que te diga que no, que nada se termina si no quieres; dile que cada vez que la miras apartarse los cabellos y preguntarte ¿quieres verme?, tú le dices, cómo no, nadie va a reconocerte porque creo que nadie supo mirarte tan abiertamente.

No te llega a pedir nunca que le hagas el amor que os convoca, cuando la ves moverse por la puerta, no hace falta ni la virtualidad de una palabra parecida al sexo, sino la realidad como si te estuviera diciendo ¡párteme por la mitad! y quédate, quédate con esa mitad. te insiste. Siempre estamos hechos de los misterios que nos deja la vida, te transmite su serenidad y su cultura, te deja libre porque no puede obligarte a compromiso alguno, te hace amar lo propio, te distrae con lo tuyo, quiere que quieras lo tuyo.

Ella tiene ya un destino a donde no llegas, a donde no puedes llegar aunque quieras, un destino que te enseña que a su vez sí que tendría respuesta una carta de amor que te atrevieras a escribirle. Guardaría ese intento ya como de tiempo pasado, como de no haber llegado a tiempo pero podrá devolverte en cada gesto, una nueva enseñanza: yo no le puedo enseñar lo peor, porque ya ella me ha enseñado lo mejor. Quizá en ese destino haya un gran sedimento, cada palabra es cierta, la que escribo y la que me responden.

Hacía mucho tiempo que no escribía una carta de amor y hoy me he puesto a hacerlo como una forma de verter las palabras para que me devuelvan más vida, para que jamás vuelva a hundirme una tarde en mi desespero. Sé que me exigirán muchas veces, silencio, con los dedos en los labios.

3 Comments:

At 9:59 a. m., Anonymous Anónimo said...

Las cartas de amor siempre tienen un destino que las aguarda, siempre tienen una respuesta, aunque esa respuesta sea el silencio y siempre tienen la posdata de un "te quiero" escrito al aire, para poder leerlo en el rumor del tiempo,

Un beso

 
At 11:26 a. m., Blogger inventandomelavida said...

Hoy precisamente sé, bolbo, que has leído esta carta de amor con un hermoso silencio, con un doloroso silencio, pero sé perfectamente la posdata que lleva detrás.

Un beso, un abrazo y mi respeto.

 
At 9:36 p. m., Anonymous Anónimo said...

Gracias por la honradez de tu amistad y tu cariño desinteresado.

Otro beso para tí

 

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