inventándome la vida

lunes, junio 05, 2006

Tengo un hijo italiano


Tengo un hijo italiano que no nació de mi mujer, me lo trajo a casa mi hija, ya mayorcito. Al escaso tiempo de conocerlo suprimí ese típico “como un hijo” que a veces emplea la gente, porque en este caso para mí se trata de un hijo en el más entrañable sentido de la palabra. Serán buenas sus cualidades humanas cuando hago ésta afirmación, pero no es ésa mi intención, ni juzgo ni valoro a nadie, lo que hago es añadir libremente dosis de afecto. Lo que naturalmente las baso en comportamientos, más que generales, egoístamente vertidos hacia mi persona.

Particularmente a medida que la vida avanza le vas dando más importancia a que la gente que te rodea practique ese sano acompañamiento de que pensar en los demás es algo esencial para cobrar valor ante en la vida en general. Puede incluso carecer de relevancia el grado de proximidad, el posible parentesco. En un mundo regido por el egoísmo es difícil encontrar la figura humana que posibilite calificar a alguien en alta estima.

Ese hijo italiano que tengo, lo hace. A veces hay detalles en la vida cotidiana como son preguntar, sólo preguntar, por cómo te sientes, que después de una larga conversación con ribetes de intimidad pasan desapercibidos. Hay que saber cómo está uno; de salud, de compostura propia, de niveles de mantenimiento, de horizontes de futuro. Y para saberlo hay que preguntarlo. Quizá emplear más razones que en tu tiempo propio, más preguntas que en tus respuestas que llevas preparadas. Eso lo vivo cada vez con este hijo italiano con el que intercambio en muchas ocasiones pensamientos, ideas, actividades, modos de llevar la vida. Me pregunta siempre y me enseña siempre.

Yo lo quiero entrañablemente. Nadie tiene en la vida las perfecciones totalmente asimiladas, pero él anda muy sobrado para cuando tengo su roce, como digo, para aprender e inspirarme. Esto tenía que decirlo en unas páginas tan públicas como propias, en unas memorias de la memoria porque allí está él ocupando un lugar del que jamás se marchará. Yo poco le ofrezco, quizá por ser más mayor, más equivocaciones, pero siempre le buscaré, siempre lo necesitaré hasta el final de mis días.


Acompañan estas palabras una bella imagen campestre de una página web italiana: “una croce in montagna”

2 Comments:

At 10:05 a. m., Anonymous Anónimo said...

Es evidente por este texto que ese hijo italiano que tienes se merece cada una de las palabras que le dedicas.

Estoy segura que la misma admiración es compartida, porque de lo que se da se recibe, y tú das mucho.
Es un placer sentirse rodeado de personas que llenan nuestra cotidianidad

Un abrazo

 
At 7:12 p. m., Blogger inventandomelavida said...

En toda relación tiene que haber un dar y recibir y aquí la hay, por supuesto.

Un beso

 

Publicar un comentario

<< Home