inventándome la vida

miércoles, diciembre 27, 2006

Eso hice


Eso hice, asomarme al exterior como pude porque no quise quedarme donde se me iban a ir terminando las cosas para esperar a que vinieran a preguntarme cómo las hice todas esas cosas. Preferí crear un lenguaje virtual que me pudiera traer los recuerdos de una piel memorable, otra vez tener los ojos bien abiertos, ir anotando quién llegaba y en una especie de calma desnuda, la que tienen las palabras, estar dispuesto a entender la ansiedad del otro.


Eso hice, no quedarme. Salirme fuera a través de 17 pulgadas con antecedentes, nombre y apellidos, maneras de equivocarme, pero a nadie que me escuchara dejarle sin repuesta, sin maneras de ponerse. Me mantuve en los diálogos física y mentalmente erecto, hasta dije cosas que no le había dicho a nadie, fuimos por parejas distrayéndonos, cara a cara en las conexiones como si la desolación fuera un contorno, un motivo de compartirlo y sobre todo, en mi caso, de escribirlo.

Me pasaban así los días, yo muy quieto, pero con una sensación de transcurso que me acababa de impedir la vida, una especie de sueño de ir corriendo, reanudando cuando estuve corriendo. Siempre tenía a alguien en la barra de tareas, parecía que lo teníamos todo hablado, como si fuéramos a dejar de hablar, eso, casi del todo. La nostalgia que traíamos, en mi caso, siempre fue una juventud que terminaba de dejarla atrás ya para siempre.

Pero no me duraba, no me duraban esas conversaciones que eran bastante más que conversaciones: eran gestos con señales, eran pieles acariciadas lentamente pero a las que les hacía falta otra vez el tacto insistente. Sólo que me iba a conformar con la promesa de dármelo sabiendo de antemano que iba a ser el final de todas las promesas, la seguridad de incumplirlas.

Cada vez, como el poeta Guillén, “oscura la historia y clara la pena”. Porque a mí me dejaba mucha pena, mucha pena pendiente, un consuelo imposible, una especie de duelo aislante en cada ocasión. Era terrible luego sentirse desamado al haberse sentido amado. Se me iba olvidando como se respetan y se reverencian las soledades antes y después de producirse.


Mirad en qué he quedado, en que creía lo que sentía y decía lo que sentía, todo a base, eso, sobre todo de decirlo y ahora con las palabras sueltas ya por el suelo. No mentía, me asomaba al exterior con lo mejor mío puesto y si lo daba es porque sentía la necesidad de darlo. No quisiera que el final fuera no poder del todo darlo porque a lo mejor todavía me queda el mejor mensaje de asomarme, pulgada tras pulgada, mejorando la resolución al acercarme para quedarme.

Eso hice y lo volvería a hacer de nuevo.