inventándome la vida

jueves, diciembre 21, 2006

Prefiero lo cotidiano

Leyendo hace un rato un poema de Wislava Szymborska, premio Nobel en 1996, traducido por Gerardo Beltrán, muchas estrofas me han traído a la mente mi preferencia por lo cotidiano en días que parece que lo extraordinario tiene un tono obligatorio entre las gentes.

Alguien me dijo una vez que mis escritos pueden ser como intentos de ser porta sin haber sido jamás poeta. Pues vale, como dice en sus versos Szymborska “prefiero lo ridículo de escribir poemas/a lo ridículo de no escribirlos./Prefiero el amor en los aniversarios no exactos/que se celebran todos los días.” Ese amor común de las gentes de mi alrededor que son mi alrededor, voy prefiriendo no decirles ya te quiero porque las quiero.

Son las necesidades de la convivencia, la manera de vencer los infartos desde dentro que nunca se notarán fuera porque jamás le hablaré de ellos a los médicos, les hablo de otras cosas, probablemente de las que no me duelen y me gustan sobre todo esos médicos que no miran las pruebas de mi estado de salud en la mesa, me miran a la cara, me cogen del brazo y no me ponen fechas para cuando vuelva.

Estos días es difícil encontrarse a alguien que no te felicite y lo que yo quiero es que me feliciten todos los demás días, que sea felicidad habernos encontrado, no celebrar ningún aniversario, solamente el aniversario diario de estamparse con los versos de cualquiera como he hecho esta mañana, de extendernos en palabras y sonrisas que nos cubran las necesidades de ese día.

Prefiero lo cotidiano del deseo, de dejar a los demás con el deseo de nosotros y no saciarlo jamás y llevarnos su deseo que ni crece ni mengua, me aumenta cada día al verlos, palpable en la mirada y ajeno por completo a las fiestas y a los días. Porque cada día es mi día, cada soledad me la romperá la compañía que no tiene almanaques, ni distancias, ni recuerdos apuntados.


He pensado que no solo estos días hemos de sentirnos juntos, creo que hay que estar juntos siempre, hasta en los bancos solitarios de cualquier paseo, como si fuera un banco de la vida, sentémonos de vez en cuando, siempre que podamos y corramos la aventura de querernos, para seguir y como dice el poeta “prefiero no preguntar cuánto me queda y cuando.”

Me quedan las hermosas reservas de lo cotidiano, las de todos los días, uno tras otro, tantos días que no me caben en las manos por ser tan cotidianos.