inventándome la vida

jueves, diciembre 14, 2006

Me sentiré más capaz


Parece lógico que en la dura batalla de la vida, en una etapa ya obligatoria de declive te sientas menos capaz de echar mano del viejo espíritu de lucha que uno tuvo siempre. Pero tendremos que contradecir la lógica porque precisamente es entonces cuando la calidad de tu fortaleza ha de rendir más, saber enfrentarse a lo que venga y como venga. Es cuestión de tomar esa determinación y que nada te la haga modificar. Entonces, concluyo sin reservas: me sentiré más capaz.


Rehacer la realidad no puedo, la tomaré como venga pero eso nunca me obligará a ceder un terreno que me costó mucho apropiarme de él, que no me regalaron ni gestos contradictorios ni debilidades casi obligadas, me lo fui cultivando, hasta trasmitiéndolo en mi comunicación con los demás. Fue mi atractivo, casi mi belleza, y esa costosa hermosura hasta con manchas y arrugas la quiero seguir teniendo.

La historia de cualquier decadencia física es inversamente proporcional a la teórica belleza de fotos de laboratorio, parece que es un fastidio que lo invalida todo, pero no morderé el anzuelo, quizá más lentamente, con una velocidad que necesariamente me dejé por el camino, llegaré hasta el kilómetro final, aportando idéntico gesto y sobre todo la misma intención.

He nacido para vivir aunque me muera al final y mientras tanto en esa bella empresa estoy. Seguro que encuentro por algún lado quien sepa recordármelo: la supremacía de una corporalidad decadente no me impide buscar el instinto de la supervivencia casi como si fuera un gesto erótico antesala del amor, de amar tanto a la vida.

Y esa ansia de vivir anda muchas veces acompañada con el mejor recuerdo de las infancias, de las que uno eligió y guarda para siempre porque han sido enseñanza de los que alrededor, en esos días, tenían a mano la sabiduría de hacerse viejos pero la capacidad de vencer las dificultades que mi niñez no entendía. Entre mis mayores las fui aprendiendo como una advertencia de los días que ahora ya tengo con ese mismo papel que tenían ellos entonces.

A lo mejor fui aprendiendo a sentirme más capaz cuando debiera ser menos. Quizá se se le puede llamar atrevimiento como si todavía me quedara por recuperar lo que he ido perdiendo necesariamente con el tiempo. Pues atrevido me siento, capaz me considero, tengo simplemente, nada menos, que la fuerza imprescindible para luchar por otro día, por otro momento.